Un detector sin sensor es tan útil como un avión de mármol. Los sensores de gases son consumibles, aunque a muchos técnicos les cueste verlo así. Nacen con fecha de caducidad, se van degradando día a día y al final mueren. Y cuando lo hacen, no avisan con luces de colores: simplemente dejan de medir bien.
Spoiler: LOS DETECTORES NO SON ETERNOS.
En la práctica, la vida útil de un sensor suele estar entre 2 y 5 años, pero ojo: esa horquilla depende de muchos factores. Aquí te desgrano lo que realmente influye en la vida de los detectores de gases para espacios confinados, con ejemplos reales que me he encontrado en campo.
En el mercado disponemos de detectores monogas desechables (duración 2 años), detectores monogas con mantenimiento o detectores multigás (duración diferente según el tipo de sensor).
Tipos de sensores y su duración estimada
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Electroquímicos (O₂, CO, H₂S, Cl₂, NH₃, etc.)
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Basados en un electrolito líquido → se va secando o contaminando.
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Vida media: 2–4 años.
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Fallo típico: deriva rápida o incapacidad de calibrar.
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Catalíticos (pellistor, LEL)
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Detectan gases combustibles por oxidación en un filamento.
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Vida media: 3–5 años si no se contaminan.
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Problema habitual: “envenenamiento” por plomo, silicona o azufre.
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PID (fotoionización, COVs)
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Lámpara UV que ioniza moléculas orgánicas.
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Vida media: 3-5 años, aunque muy sensibles a suciedad y humedad.
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Síntoma de fallo: respuesta lenta o señal inestable.
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Infrarrojos (IR, %LEL o CO₂)
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Tecnología más estable, sin electrolito ni filamento.
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Vida media: >5 años.
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Inconveniente: precio alto, pero casi no sufren envenenamientos.
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👉 Como ves, no hay un sensor eterno. Incluso los IR acaban fallando por suciedad en las ópticas o envejecimiento de la fuente de luz.
Factores que matan a un sensor antes de tiempo
1. Estrés ambiental
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Calor y sequedad → secan electrolitos. En verano, un sensor guardado en la furgoneta a 50 °C puede envejecer un año en tres meses.
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Frío extremo → sensores perezosos, falsos ceros, respuesta ralentizada.
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Humedad alta → condensación en la celda, corrosión de contactos y lecturas erráticas.
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Cambios bruscos de temperatura → generan microfisuras internas.
2. Contaminación química
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Los sensores respiran lo mismo que tú. Si trabajas cerca de pinturas, siliconas, sprays lubricantes o disolventes, el sensor puede envenenarse sin que te des cuenta.
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Los catalíticos son los más sensibles: una sola exposición a silicona puede matarlos.
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Los PID se ensucian con facilidad → lámpara UV cubierta de residuos → lecturas inconsistentes.
3. Almacenamiento inadecuado
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Aunque esté apagado, el sensor sigue degradándose.
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Guardarlo en una estantería polvorienta, un contenedor húmedo o la guantera del coche es garantía de vida corta.
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Lo ideal: ambiente seco, temperatura estable, lejos de químicos.
4. Factor humano
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Falta de formación = sensores muertos antes de tiempo.
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Errores típicos que me encuentro en clientes:
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Usar toallitas con alcohol para “limpiar” → corrosión instantánea.
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Ignorar alertas de calibración.
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Golpear o mojar el detector y no reportarlo → corrosión silenciosa.
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Calibrar mal (orden incorrecto de gases, tiempos recortados) → deriva acumulada.
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Señales de que un sensor está pidiendo relevo
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Drift (deriva): se calibra hoy, mañana ya está desplazado.
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Respuestas lentas: tarda demasiado en marcar presencia de gas.
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Cruces de sensibilidad: detecta gases que no debe (ej. sensor H₂S marcando en presencia de alcohol).
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Fallos de calibración repetidos: si no aguanta ajuste, está agotado.
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Lecturas cero en ambientes con gas conocido: peligroso porque transmite falsa seguridad.
👉 Cuando veas estos síntomas, no intentes “forzarlo” con más calibraciones. Cambia el sensor.
Cómo alargar la vida del sensor
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Bump test diario → comprobar que responde al gas.
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Calibración periódica según fabricante (lo típico: cada 30 días). Ver servicio de calibración de detectores en orionseguridad.es.
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Almacenamiento adecuado → limpio, seco, sin calor extremo.
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Evitar contaminantes → no exponerlo innecesariamente a disolventes, siliconas o sprays.
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Formación al personal → la diferencia entre un sensor que dura 6 meses o 3 años suele ser el operario.
Conclusiones
Un sensor de gases dura entre 2 y 5 años, pero esa cifra es papel mojado si no lo cuidas. El calor, la humedad, los químicos y, sobre todo, el mal uso lo acortan drásticamente.
Lo repito mucho en formación: un sensor es tu “olfato electrónico”. Si lo descuidas, es como entrar en un tanque con la nariz tapada. La prevención no es opcional: bump test, calibraciones y reposición planificada.
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